El conjunto teórico formulado por Mao
Zedong y las enseñanzas que se desprenden de su praxis revolucionaria en
China, conforman la teoría conocida con el nombre de maoísmo. Ésta
cobró fuerza en el Movimiento Comunista Internacional tras la muerte de
Stalin, a raíz de su papel como una de las principales voces
discordantes ante el revisionismo soviético representado por Nikita
Jrushchov a partir del XX Congreso del PCUS, donde se denunciaron los
supuestos crímenes de Stalin y se proclamó la ruptura con la línea
mantenida por dicho dirigente.
En nuestros días, el maoísmo continúa
siendo la base ideológica sobre la que se fundamentan numerosas
organizaciones; muchas de ellas se declaran como tales, mientras que
otras no se reconocen maoístas de manera oficial pero siguen fielmente
las enseñanzas de Mao, siendo maoístas de facto.
Si bien es cierto que en 1956, cuando
tuvo lugar la celebración del XX Congreso del PCUS, Mao se posicionó en
contra del revisionismo soviético encabezado por Jruschov, no significa
esto, en ningún caso, que el maoísmo no sea una teoría igualmente
revisionista contraria a los principios del leninismo.
Por todo ello, se plantea la necesidad
de analizar la teoría maoísta y refutarla de manera científica desde el
marxismo-leninismo, tal es la pretensión del presente documento.
Cuando Mao Zedong planteó lo que él
mismo denominaría como el Gran Salto Adelante, afirmaba que la
edificación del socialismo y la disolución definitiva del Estado podrían
darse en un plazo breve de tiempo, incluso en cuestión de poco más de
una década. Analizando las condiciones de China en ese momento
histórico, con unas fuerzas productivas con un grado de desarrollo
propio del feudalismo y con una industria prácticamente inexistente, las
afirmaciones de Mao no denotan sino una total incomprensión de la
ciencia marxista-leninista.
Podemos observar en el hecho expuesto un
ejercicio de idealismo filosófico por parte de Mao, al considerar que
las condiciones materiales necesarias para la llegada del comunismo se
darán a partir del desarrollo de la conciencia del pueblo y de la
voluntad de la vanguardia, renegando así, de facto, del materialismo
dialéctico.
Ésta es tan solo una de las muchas
actuaciones que evidencian tal desviación. Otro ejemplo lo hallamos en
la política de "3 banderas", definida por Mao, que suponía el
establecimiento de comunas agrícolas, lo que debía constituir la forma
de organización fundamental de los campesinos. Años atrás, Stalin había
analizado ya la cuestión, indicando cómo debía llevarse a cabo este
proceso: la comuna surgiría cuando en las granjas del artel abundasen
todos los productos, cuando la mecanización fuese efectiva. Es decir, la
comuna surgiría sobre la base de una técnica desarrollada, sobre la
base de la abundancia de productos. Stalin no hacía más que poner en
práctica las tesis leninistas y, mediante la dialéctica materialista,
concluir que la comuna es la forma superior de la organización
cooperativa en el campo, y surge como consecuencia real y objetiva del
desarrollo de las fuerzas productivas y de la técnica.
Pero Mao, haciendo gala una vez más de
su idealismo filosófico, ignoró las condiciones objetivas y el grado de
desarrollo de las fuerzas productivas y de la técnica; estableciendo la
comuna como forma de organización en el campo. Este hecho no hace sino
evidenciar que Mao no se atiene a las condiciones objetivas tratando de
desarrollarlas, sino que concibe la realidad como el reflejo de la
conciencia. Creía que podía someter la marcha de la historia a los
deseos de la vanguardia, cayendo así en un subjetivismo absoluto, ajeno a
cualquier análisis que se pretenda materialista y dialéctico.
Mao queda desenmascarado una vez más en
su crítica a Lenin. Éste segundo afirmó que cuanto más atrasado está un
país, más difícil es que pase del capitalismo al socialismo. Lenin, al
afirmar esto, se fundamenta en los criterios objetivos para considerar
la revolución y la edificación socialista. Pero Mao, por su parte, y en
contraposición a esta tesis, afirma que desde la perspectiva actual,
esta tesis no es correcta. En realidad, cuanto mayor sea el atraso
económico de un país, tanto más fácil es su transición del capitalismo
al socialismo. Cuanto más pobre es un hombre más desea la revolución.
Observamos una vez más como Mao cae en el idealismo filosófico, obviando los criterios objetivos y científicos, y priorizando la conciencia del hombre ante estos.
Observamos una vez más como Mao cae en el idealismo filosófico, obviando los criterios objetivos y científicos, y priorizando la conciencia del hombre ante estos.
En definitiva, Mao considera que antes
de modificar la realidad material, es necesario que el pueblo cambie su
concepción del mundo, asumiendo las ideas maoístas. Este enfoque es
absolutamente idealista, y niega la propia esencia del materialismo
dialéctico, que concibe la conciencia de una sociedad como consecuencia
de su realidad material. Para Mao, en cambio, la conciencia es anterior
al ser social.
Por otra parte, se plantea la necesidad
de analizar la peculiar caracterización que realiza Mao de las
relaciones entre las clases enfrentadas en el capitalismo. En referencia
a las contradicciones entre el proletariado y la burguesía nacional, Mao sentencia:
«si estas contradicciones
antagónicas se tratan debidamente, pueden transformase en no
antagónicas, pueden resolverse por vía pacífica. Si esas contradicciones
no se tratan como es debido, si no seguimos con la burguesía nacional
la política de unidad, de crítica y de educación, o si la burguesía
nacional no acepta esta política nuestra, entonces las contradicciones
entre la clase obrera y la burguesía nacional pueden convertirse en
contradicciones entre nosotros y nuestros enemigos.»
Este análisis supone la caracterización
de las contradicciones entre el proletariado y la burguesía nacional
como no antagónicas, identificando a ésta última clase como un potencial
aliado en la construcción del socialismo. Mao considera viable la
colaboración entre clases absolutamente antagónicas -tal y como las
identificaran Marx, Engels y Lenin-. Esto supone, por tanto, aceptar el
interés privado y explotador de la burguesía nacional como no
constitutivo de peligro para la edificación socialista. Se acepta la
existencia de esta burguesía, y se considera que su práctica opresiva
puede ser reeducada de forma pacífica, y reconducida hacia el
establecimiento de una alianza para la construcción del socialismo. Mao
deja patente su incomprensión de la dialéctica materialista, no entiende
la inviabilidad de una reconciliación entre clases obviamente enemigas,
fruto de su carácter puramente antagónico. En lugar de ello, obvia la
inexorable necesidad de reprimir a la burguesía como potencial enemigo
de la clase obrera y de las capas explotadas de la sociedad, y de
expropiarle sus medios de producción. Esta tesis defendida por Mao es
contraria al avance socialista y manifiesta de nuevo su idealismo
filosófico, al considerar que la burguesía puede convertirse en una
clase aliada del proletariado y del campesinado en la construcción del
socialismo; siendo ello posible -siempre según Mao- modificando la
conciencia de la clase burguesa, obviando así los intereses objetivos de
dicha clase que tienen su base en la realidad material, en la
estructura, concretamente en las relaciones sociales de producción.
Otro punto fundamental en la teoría
maoísta y que, por tanto, cabe analizar en este documento, es la
identificación del campesinado como sujeto revolucionario. Con la
llegada del capitalismo, el modelo de producción feudal es empujado a su
superación por el desarrollo dialéctico de las fuerzas productivas
intrínsecas a él, las relaciones de producción y la intensificación de
la lucha entre las clases sociales existentes. Era característico de
anteriores modelos de producción el trabajo individual de cada ser
humano, mientras que el avance de la sociedad burguesa implica la
aparición de un trabajo social instigado por los grandes propietarios de
tierras que, vendiendo éstas, utilizan lo obtenido para la adquisición
de grandes máquinas y la contratación de individuos que se ven obligados
a vender su fuerza de trabajo. El nuevo modelo productivo capitalista
viene determinado por un ser humano que vende su fuerza de trabajo para
recibir a cambio una ínfima parte de la riqueza producida con ella, pues
la parte sustancial y mayoritaria -la plusvalía- se acumula en las
manos del burgués, que actúa como parásito. Nacían de este modo las
fábricas industriales, donde se desarrolla el trabajo social. Nacía, por
tanto, como producto de este nuevo modo de producción, la clase obrera.
El proletariado es engendrado por el
capitalismo, y su posición en éste, como desposeído de los medios de
producción y vendido a su fuerza de trabajo, es netamente antagónica a
los intereses de la clase burguesa, que representa la opresión contra
los obreros y cuyos intereses objetivos se encaminan a dicho fin. De
esta forma, el papel de sujeto revolucionario en el sistema capitalista
pertenece a la clase obrera -al ser producto directo del mismo, y una
clase netamente antagónica a la burguesía-, una vez dadas las
condiciones objetivas para la instauración de las nuevas relaciones de
producción.
La dialéctica del sistema capitalista
impone que sea la clase obrera, cuyo desarrollo choca frontalmente una y
otra vez con la burguesía, la sepulturera del mismo. De este modo, las
tesis de Mao que otorgan al campesinado el rol de sujeto revolucionario
quedan absolutamente desacreditadas desde la ciencia dialéctica
materialista, desde el marxismo-leninismo. El campesinado no es una
clase netamente antagónica a la burguesía, pues está integrada tanto por
terratenientes como por campesinos semiproletarios, y por ende tiene
una naturaleza pequeñoburguesa.
Las capas campesinas no están
capacitadas para llevar hasta el final la revolución y liderar la
construcción del socialismo; aunque esto no implica que no sean
potenciales aliados del proletariado -especialmente el campesinado pobre
y los campesinos semiproletarios- en dicha tarea. No cabe duda alguna
de que otorgar el rol de sujeto revolucionario a una clase que no es
netamente revolucionaria constituye un error y una desviación del
leninismo. Marx, Engels y Lenin recalcaban la importancia de que fuera
el proletariado, la clase más avanzada cuantas hayan existido en la
historia, la que liderara la tarea histórica de superar el capitalismo y
construir la sociedad socialista.
A menudo se argumenta que Mao supo
adaptarse a las condiciones de China, atrasada y con un campesinado muy
mayoritario, y que su defensa del campesinado como sujeto
revolucionario responde a las necesidades de dicho país en un momento
histórico concreto. Pero incluso en las condiciones que se daban en
China en la primera mitad del siglo XX, con una clase obrera aún muy
minoritaria, debía ser esa minoría de la población la que asumiera el
papel de vanguardia en la revolución socialista, impulsando a su vez la
industrialización y el desarrollo de las fuerzas productivas, a fin de
consolidar una mayor base de proletarios, en clara alianza con el
campesinado pobre. Por tanto, la máxima maoísta de que "el campo asedie
la ciudad" reniega del marxismo-leninismo, haciendo gala de la
incomprensión de la dialéctica del sistema.
Lenin, en 1901, decía al respecto de esta cuestión: "Los
partidarios de Tierra y Libertad partían de la idea errónea de que la
principal fuerza revolucionaria en el país era, no la clase obrera, sino
los campesinos; que el camino hacia el socialismo iba a través de la
comunidad campesina".
En definitiva, entendiendo el carácter
pequeñoburgués de los campesinos -aún asumiendo que también forman parte
de éste elementos semiproletarios-, y siendo esta clase el sujeto
revolucionario teorizado por Mao, se evidencia que el maoísmo constituye
en sí mismo una desviación pequeñoburguesa.
Por otra parte, otro rasgo
característico del maoísmo, es la defensa de la república popular
democrática, a la que Mao denominaba como Nueva Democracia.
Esta propuesta etapista constituye una ruptura con la teoría leninista,
al concebir la democracia popular como una fase intermedia necesaria
para la construcción del socialismo, a la que Mao llegó a considerar una
nueva etapa histórica superior al capitalismo y anterior al socialismo.
Esta fase tiene un carácter interclasista, propugnando la alianza entre
la burguesía nacional y las capas explotadas de la sociedad, tal y como
se ha expuesto anteriormente en este mismo documento.
La defensa de la república popular se
basa en la incomprensión de varios principios fundamentales de la
dialéctica, especialmente en el desconocimiento del carácter dialéctico
de las relaciones de producción; pues éstas o determinan la propiedad de
los medios de producción por parte de la burguesía, o por parte del
proletariado, que es quien lleva a cabo la producción material.
Lenin afirmaba al respecto que la
revolución socialista debe conducir a la dictadura revolucionaria del
proletariado en alianza con el campesinado pobre. Afirmaba, también, que
en un país en su fase imperialista, es decir, donde se ha desarrollado
ya el capitalismo monopolista de Estado, no tiene cabida ninguna fase
intermedia entre el capitalismo y el socialismo. La república popular,
en la que se establece una alianza interclasista, no hace sino retardar
el proceso de emancipación de los explotados, manteniendo durante ésta
el poder en manos de la burguesía. Aplicando el método dialéctico al
desarrollo histórico, como ya hicieran Marx y Engels, solo es posible
determinar que el avance de las fuerzas productivas llevará
inexorablemente a una revolución en que éstas pasarán a ser propiedad
social, y el proletariado destruirá la antigua maquinaria burguesa,
expropiándoles los medios de producción e instaurando un Estado obrero
bajo la forma de la dictadura del proletariado. Así pues, la
contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas
productivas halla su resolución en el socialismo, y no en etapas
intermedias teorizadas desde el idealismo filosófico y desde la
incomprensión de la dialéctica.
La estrategia que traza Mao y que
defienden los maoístas para lograr la democracia popular, es la Guerra
Popular Prolongada, consistente en la toma de las armas por un pequeño
número -en comparación con las masas explotadas- de elementos avanzados.
Esta teoría se fundamenta en la suposición de que las masas obreras y
campesinas, hartas de la explotación burguesa, adoptarán paulatinamente
una posición favorable a este método y terminarán por tomar las armas
formando un Ejército Popular. En definitiva, consiste en plantear la
lucha armada desde el momento mismo en que la vanguardia toma
conciencia, momento en el que la conexión con las masas es aún tenue y,
por tanto, las acciones armadas no superarán los límites del terrorismo
individual, ya criticado por Lenin. Además, la defensa de una estrategia
de desgaste, que consiste en ir mermando al enemigo mediante la acción
armada de la vanguardia, supone la negación, en cierta medida, del
papel histórico del sujeto revolucionario, es decir, la clase obrera.
Esta negación se materializa al considerar que el solo ejercicio de la
vanguardia permitirá realizar la revolución, prescindiendo así de las
masas explotadas. Aunque esto en nada puede sorprendernos, puesto que
Mao tampoco es capaz de identificar de manera científica al sujeto
revolucionario, como ya se ha expuesto anteriormente.
La praxis leninista se aleja
diametralmente de esta concepción, pues el momento de tomar las armas
lo marca la conciencia subjetiva de las clases explotadas, y no la
voluntad de unos cuantos elementos avanzados. La tarea del Partido debe
consistir en la concienciación de las masas trabajadoras, explicándoles
la dialéctica del sistema y haciendo comprender a éstas que la única
salida posible es la construcción del socialismo, lo cual no se logrará
mediante acciones armadas en un momento en el que las masas poseen un
grado nulo de conciencia de clase revolucionaria.
El maoísmo se manifiesta como una teoría
esencialmente idealista y antimarxista en su análisis sobre las
contradicciones a nivel internacional. Los continuadores de Mao plantean
la Teoría del Mundo Multipolar, es decir, dividen el mundo en polos
imperialistas; por una parte, un gran bloque hegemónico encabezado por
EEUU, Japón y la UE; por otra parte y en oposición al primero, el bloque
formado por los países emergentes, sufridores de la opresión
capitalista. Sin embargo, tal división no responde ni mucho menos al
análisis dialéctico, sino a una burda desviación burguesa.
Mao, por su parte, sienta las bases de
la teoría de los Tres Mundos, que defiende la división del mundo en tres
categorías: la primera, a la que llama 'primer mundo', se hallaría
integrada por EEUU junto a su bloque de países 'ricos'; por otra parte,
encontraríamos el bloque soviético liderado por la URSS; y por último,
el 'tercer mundo', en el cual se incluyen todos los países no alineados.
Teniendo en cuenta esta cuestión, es
preciso analizar en profundidad la contradicción que se da en el plano
internacional, para comprender la lucha constante entre los bloques
imperialistas y determinar si ésta es o no la contradicción fundamental a
nivel mundial. Es necesario, por ende, analizar la estructura del
capitalismo.
En el sistema capitalista mundial,
caracterizado por la propiedad privada sobre los medios de producción en
manos de la burguesía, encontramos que su desarrollo es directamente
proporcional al nivel de explotación de la clase obrera, pues cuanto más
se desarrolla la industria y el capital, a más obreros aglutina entre
sus filas. Hemos de comprender, por tanto, que la contradicción
fundamental, de las que se desprenden las demás contradicciones del
sistema, es la apropiación privada del producto del trabajo social,
realizado por la clase obrera, en manos de la burguesía.
Las luchas imperialistas que tienen
lugar entre distintas potencias imperialistas, es decir, en el seno de
la burguesía internacional -véase la lucha entre el bloque formado por
EEUU, UE y Japón frente al grupo emergente BRIC-, supone ni más ni menos
que un enfrentamiento por los nuevos mercados a dominar, en donde
implantar la dictadura del capital. No constituyen, por tanto, una
contradicción esencial del sistema, sino que son un producto de la
competencia desenfrenada entre los monopolios imperialistas.
En ambas teorías -Teoría del Mundo Multipolar y Teoría de los Tres Mundos-
observamos un rasgo común: se obvia la contradicción fundamental del
capitalismo, para sustituirla por meras contradicciones circunstanciales
de distintos bloques imperialistas -en el caso del mundo multipolar-, o
por una alineación política entorno a determinados bloques. La
incomprensión de la dialéctica y la concepción idealista de Mao, le
llevan, en el primero de los casos, a considerar que el mundo se divide
en voluntades políticas y no en función de las relaciones de producción
de un determinado modo productivo; mientras que en el segundo de los
casos plantea la división del mundo en dos bloques de potencias
explotadoras y explotadas. Esto constituye un análisis del todo
idealista y antidialéctico, que tan solo trata de encubrir el eminente
imperialismo chino, obviando así que la causa central de la que se
desprenden todas las demás contradicciones no es otra que la
contradicción entre el carácter social de la producción y la propiedad
burguesa de los medios de producción.
Otro de los graves errores del
revisionismo maoísta es la negación de uno de los principios
fundamentales de la dialéctica, a parte de su incomprensión. Mao afirma:
«los cambios en la sociedad se deben
principalmente al desarrollo de las contradicciones entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción en el seno de la sociedad, es
decir, las contradicciones entre las clases, las contradicciones entre
lo nuevo y lo viejo.»
Por tanto, el maoísmo no otorga a las
fuerzas productivas un papel determinante, sino que éste es otorgado a
las relaciones de producción, que según afirma Mao, pueden ser
perfeccionadas a voluntad del hombre. En contra de esta creencia, el
materialismo histórico muestra que el papel determinante del progreso de
la producción y de los cambios en ésta, se originan a partir de los
cambios en las fuerzas productivas. Una vez más, se manifiestan las
concepciones idealistas y antidialécticas de Mao.
La concepción que Mao mantiene del
Partido Comunista es otro de los principios erróneos y antimarxistas
sobre los que se fundamenta el maoísmo. Esta visión distorsionada del
Partido, lejos de ser un desarrollo del marxismo- leninismo como han
afirmado históricamente sus seguidores, en nada se asemeja al Partido de
Nuevo Tipo descrito por Lenin.
Mao mantenía una posición crítica
respecto al camarada Stalin, y defendía que el reflejo de la lucha de
clases, de las contradicciones entre la burguesía y el proletariado -que
él creía no-antagónicas y conciliables-, se extendía hasta el seno del
Partido, originándose en él dos líneas enfrentadas que representaban
ambos intereses sociales de clase. A raíz de ello, la lucha entre ambas
posiciones fue entendida por Mao como la condición subjetiva necesaria
para iniciar la llamada Revolución Cultural, cuyo objetivo era expulsar a
la línea burguesa que previamente era tolerada. Como observamos, Mao
considera que es inevitable la existencia del revisionismo en el seno
del Partido, y considera que la burguesía nacional puede ser reeducada
en el marxismo- leninismo.
De este modo, no hace sino obviar la
necesidad imperiosa de establecer una vigilancia intensiva en el
Partido, depurando y erradicando cualquier vestigio de ideología
burguesa -y por tanto enemiga de los intereses del proletariado- en el
seno del Partido. Mao dibuja con su concepción del Partido Comunista una
suerte de compendio entre ideologías y clases en el seno del Partido, y
no una Vanguardia del proletariado, unidad férrea y disciplinada de los
elementos más avanzados de la clase obrera, sin fracciones de ninguna
índole, armada con la ciencia marxista-leninista.
En conclusión, Mao profesa una
concepción idealista del mundo y no comprende en absoluto la dialéctica,
cayendo a menudo en la metafísica. Se aleja diametralmente de la
ciencia marxista, y en oposición a las tesis de Marx, Engels y Lenin,
elabora todas sus teorías que, más allá de no desarrollar en absoluto el
marxismo-leninismo, constituyen una forma de burdo revisionismo.
Por tanto, el maoísmo no es más que la
negación del leninismo, pues su base fundamental es el idealismo
antidialéctico. Por todo ello, y siendo el maoísmo ajeno al marxismo,
debemos combatirlo como planteamiento revisionista que es y ha sido
siempre.
Comisión Ideológica del Partido Comunista Obrero Español